jueves, 15 de julio de 2010

¡De aventuras! Segunda parte: Las tumbas del desierto

La anterior mision había sido un fracaso, y la verdad, la vara me aburría más de lo que pensaba. Además, quería dinero para poder comprar pociones y no tener que esperar tanto tiempo cuando cazara. Investigué en una antigua biblioteca a la que solo podían acceder hechiceros. Entonces, encontré algo bueno... Hace mucho tiempo, unos ancianos elfos que habían hecho riqueza murieron. Entonces, bajo su ciudad, los elfos los enterraron justo a todas sus posesiones. Con el tiempo, la ciudad desapareció y la arena habitó el lugar. Para evitar que nadie saqueará las tumbas, los elfos pusieron una cueva laberíntica y un enigma para los que llegarán hasta el final... "Guerreros, escuchad la llamada de vuestra vocación y respetad sus bienes por encima de vosotros... solo así se accionará la palanca y tendréis el derecho de llevaros las riquezas que antaño fueron guardadas aquí, bajo el desierto de Jafkanda." Muriel el mago me vio leyendolo. Me dijo que el último equipo que fue pudo llegar hasta la sala final, pero tuvieron que rendirse, pues no supieron que debían hacer a continuación. Seguí leyendo el libro, y encontré un mapa del laberinto marcado por los anteriores aventureros que fracasaron... Entonces pensé en el enigma. Cuatro pedestales y una pequeña columna donde se podían colocar objetos. Además viendo una imagen dibujada de la sala, creí comprender... sí, podía ser...

-¡Eh, tu, Decius!
-¿Que quieres, hechicero?
-Quiero proponerte un trabajo sin riesgos. En el desierto hay unas tumbas, y por lo que encontre el otro dia en la biblioteca, si un druida como Lucadura, un mago como yo, un guerrero como tu, y algun paladin al que encontremos por ahi, simboliza de alguna manera su compromiso con su forma de luchar, seran recompensados con enormes cantidades de dinero y antiguos tesoros.
-La ultima vez que me ofreciste algo asi termine muerto.
-Si pero...pero esta vez es distinto. Claro, eso, es distinto. No hay complicaciones, no hay problemas, no hay quien nos pueda hacer daño.
-Bien...¿Donde dices que esta ese lugar?

Lucadura era el nuevo nombre de Heedingthecall, pues se lo cambió de forma legal para pasar desaparecibido sus crímenes de Boter.
Además, Lucadura encontró a un paladín que nos quiso acompañar. Caminamos durante largas horas hasta el desierto. Al llegar, nos atacaron varios leones, pero los derrotamos sin ningún problema. El desierto era caluroso... Llegamos a una misteriosa torre medio derruida con una llama, un pequeño campo eléctrico y una nube de veneno que rodeaban unas rocas. Afortunadamente, Lucadura trajo una pala con la que abrirlo.
La cueva era exactamente tal y como decía el mapa, por lo que me fue muy fácil conducirlos a todos. El paladín se perdio durante un rato (era un inútil), pero Lucadura lo buscó y volvió con él. Al fin, sin tener que luchar, llegamos a aquella sala. Cada uno se colocó en el pedestal que, como se veía claro, debia colocarse. Yo entre dos rayos, Decius entre dos estatuas de caballeros, Lucadura entre dos flores y el paladín entre dos grandes rocas coloridas (no me preguntéis por qué). Cada uno debía dejar un objeto personal. Dejé mi libro de hechizos, algo importante para un hechicero. Lucadura dejó una manzana, símbolo de la naturaleza. El paladín dejo una ballesta, y Decius procedió a dejar su espada cuando... al dejarla, otro caballero apareció de la nada y se la robó. Sin ella, no podríamos terminar la misión. Intentamos persuadirle de que nos la devolviera, pero al final, Decius tuvo que volver hasta Thais. Afortunadamente recordaba un atajo que vi para salir en el mapa, un pequeño vórtice o teletransportador que te llevaba hasta la salida. Llevó mucho tiempo, pero al fin volvió Decius. Mientras tanto, el paladín se cansó de esperar, pero casualmente reclutamos a uno nuevo, Ohm. Volvimos hasta la sala de nuevo. Ya no estaba el caballero ladrón, así que cada uno dejo sus objetos de nuevo en su sitio, y nos colocamos en el orden correcto. El paladín debía pulsar la palanca, pero debido a unos pequeños problemillas (para mas información htttp://tibiatalesk.blogspot.com, entrada "El saqueo) tuvimos que olvidarnos de todo... entonces apareció de nuevo el anterior paladín. Dejó su ballesta y hechó a un lado a Ohm. Apretó la palanca y se abrieron unas trampillas por las que caímos a una sala con dos tumbas... Decius abrió una de ellas y encontró 400 monedas de platino, las cuales repartimos a 100 para cada uno. Yo abrí la otra. Encontré toda clase de objetos mágicos, que también repartimos. Subimos por unas escaleras y nos encontramos fuera del desierto... cada uno volvió por su cuenta.

EXTRA: EL DRAGÓN
Mmmm... estuve preguntándome que podría hacer ahora. Y recordé que, en la biblioteca, había leído sobre unos seres llamados Dragones que habitaban en las salas profundas y más calurosas de las cuevas. Recordé una sala así en el Ancient Temple. Me preparé y fui a comprar pociones con el dinero ganado por la aventura de las tumbas. Entonces pasó Decius por delante de la tienda.

-¿Qué haces, mago?

Se me ocurrió que Decius podría ser útil...

-Escucha, tengo un trabajo para tí.
-Te escucho...
-¿Has oído hablar de los dragones? Son unos lagartos alados que escupen fuego. Además, son enormes.
-¿A dónde quieres ir a parar?
-Tal vez te interese venir conmigo a por uno. Juntos, estoy seguro de que podemos con él. Además, si dejara caer un escudo o una pieza de protección nueva, podrías quedartela. Y si por el contrario dejará caer algo que me conveniera a mí, me la quedaría yo. ¿Trato hecho?
- ... De acuerdo. Así probaré mis nuevas grebas.

Le conduje hasta la sala. Sin embargo, ya había allí una hechicera y un caballero que mataban dragones como entrenamiento. Les pedimos amablemente un dragón, a lo que accedieron sin problemas. Bajamos las escaleras a la sala, y el enorme dragón apareció. Le lanzó un mordisco a Decius, pero este lo bloqueó con su escudo. Mientras Decius bloqueaba todos los golpes que recibía del dragón, yo lanzaba magia con mi vara y mi aresenal de runas. Finalmente, acabamos con él. No duró demasiado, pero no dejó un buen botín, solo 50 monedas de oro. Le ofrecí el oro a Decius, ya que había hecho un buen trabajo aguantando y había gastado pociones. Tras esto, nos tuvimos que retirar, ya que las personas que estaban antes que nosotros no nos iban a permitir quedarnos con todos los dragones.


Podría decir que han sido unos días movido... pero vaya, 100 platinos. Ojalá todos los días sean tan emocionantes como estos. ¿Cuántos tesoros quedarán por descubrir en el mundo de Tibia? ¡Será mejor darse prisa y ser el primero en dar con ellos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario